Translate

martes, 5 de noviembre de 2013

El amor florece entre las ruinas

Como seres racionales y materiales, a veces basamos nuestra felicidad en cuánto podamos tener, dejándonos guiar por las variables que la sociedad nos ha impuesto para alcanzar una vida estable.

De esta manera, continuamente apostamos a lo “seguro”, estableciendo relaciones de pareja, obteniendo un puesto de trabajo, incrementando el dinero, construyendo buenas relaciones sociales, pero ¿Qué sucede cuando ese piso se agrieta?. Tal vez muchos optamos por llorar, quejarnos, culparnos, acomplejarnos, sentirnos incapaces, llenarnos de pensamientos negativos, endurecernos, y es entonces cuando realmente caemos en desgracia, pues apartamos el amor de nuestras propias vidas.

Hace poco asistí a una conferencia en la que decían que ante las situaciones difíciles, la primera alternativa del ser humano es dejar de creer, y como consecuencia de la incredulidad, se endurece su corazón. Sin embargo, soy de las que piensa que aún en el corazón más duro, existe una esencia que ninguna circunstancia puede cambiar, un brillo que persiste ante la adversidad.

Ésta teoría pude comprobarla en un reciente viaje a Italia, donde tuve la oportunidad de recorrer el antiguo Foro Romano, un espacio donde cada estructura en ruinas refleja la admiración de los antiguos pobladores de Roma por sus dioses, sus creencias, su cultura y por sí mismos. De allí que las grandes construcciones de la arquitectura romana, hayan sido inspiradas en la exaltación de lo sagrado, el disfrute del placer y la conexión con el ser amado.

Roma, deletreada al revés significa “amor” y pese a las grandes transformaciones que ha experimentado la ciudad, las ruinas siguen siendo su principal atractivo, como un testimonio fiel de ese proceso de evolución en la historia y como prueba de que cuando somos movidos por el amor, los seres humanos encontramos la mejor motivación para realizar las obras más hermosas.

La película “Come, reza, ama” inspirada en el libro homónimo de Elizabeth Gilbert, incluye una frase motivadora que definitivamente cambió mi vida… “Las ruinas son el camino hacia la transformación” y aunque en el proceso quizás debamos perder, cuestionarnos, incomodarnos o entristecernos, cada experiencia difícil que nos toque afrontar, será un aporte a nuestras vidas, una enseñanza que nos permitirá descubrir algo nuevo sobre nosotros mismos, probar nuestras capacidades y retarnos a ser cada vez mejores personas.

Las ruinas son sólo huellas de nuestro pasado en ese camino infinito de oportunidades, pero es el amor a nosotros mismos, a lo que hacemos y a quienes amamos, la fuerza que impulsará siempre nuestra esencia para hacernos avanzar y ganar nuevas batallas en el terreno de la vida. Ámate, cultívate, ábrete a los cambios, vive y sé feliz.