Constantemente, la vida nos
presenta situaciones que nos resultan difíciles de superar y que en muchos
casos, nos preocupan e invaden nuestra mente de pensamientos negativos, hasta
el punto en el que sentimos que no hay solución.
Hace algunos días caminaba por un
parque de mi ciudad al que visito con regularidad, tratando de hallar un poco
de inspiración, cuando de pronto vi caer de un árbol una hoja seca. Ese simple
hecho despertó mi curiosidad, pues más allá de apreciar la hoja caída, pensé
que con el tiempo, nacerá en ese mismo tallo una nueva hoja que adornará con su
verdor al árbol del cual un día volverá a caer.
Entonces comprendí que todo en la
vida es un ciclo y que en algún momento todos necesitamos caer para renacer;
aunque a veces la sola idea de perder el equilibrio que hemos alcanzado,
basándonos en lo que socialmente es aceptable, nos llene de temores.
Recientemente, algunas decisiones
personales me llevaron a ubicarme en uno de esos escenarios en los que el paso
del tiempo daba lugar a nuevos acontecimientos que empeoraban mi situación. En
sólo un año yo, que solía ser una mujer estable y exitosa para muchos, tuve que
lidiar con un divorcio, un accidente automovilístico que me ocasionó problemas
de salud, el despido de mi trabajo y la pérdida de mi vivienda.
Con impotencia observaba como ese
pequeño mundo que había construido con tanto esfuerzo, apostando a la
“felicidad” se derrumbaba bloque a bloque, sin darme si quiera la oportunidad
de asimilar un evento para tener la fuerza suficiente de encarar el siguiente.
De pronto, todo lo que miraba a mi alrededor se convirtió en hastío, vacío,
angustia y desolación, pero en medio de ese cuadro depresivo, logré hallar
alternativas para salir adelante y recuperar el pensamiento positivo. A
continuación, comparto con ustedes algunas de ellas.
1) Refúgiate
en la oración. Como provengo de una familia católica, mi primera decisión fue
aferrarme a esa frase tan llena de optimismo que escuchaba desde niña en la
casa de mis padres, “Dios hace las cosas por alguna razón” y así comencé a
alimentar mi fe a través de la oración y el diálogo sincero y permanente con
Dios, no sólo para pedir por la solución de mis males sino también agradeciendo
por cada circunstancia.
2) Acepta
el problema. Por muy difícil que sea la situación que se nos presenta, lo más
recomendable es aceptarla, pues cuando lo hacemos automáticamente en nuestra
mente se despierta el interés por resolverla.
3) Lee
textos que te ayuden a obtener la visión de los expertos sobre la situación que
se te presenta. Personalmente, me interesé en la lectura de libros dedicados a
reforzar la autoestima, la cual muchas veces sentí tambalear al verme a mí
misma tan frágil e indefensa ante la incertidumbre de mi propio destino.
Recomiendo ampliamente autores como Walter Riso, Deepak Chopra, Tal Ben Shahar
y Elizabeth Gilbert.
4) Haz
actividades al aire libre. En lo particular, comenzar una rutina de ejercicios
al aire libre fue de gran ayuda para drenar mis emociones y contagiarme con la
energía de la naturaleza, lo cual me ha permitido mantener el control sobre mi
cuerpo y mente.
5) Ábrete
a los cambios. Nadie es dueño del destino y por ende, debemos entender que el
cierre de cada ciclo de vida, nos ofrece la posibilidad de empezar uno nuevo
que si bien sigue siendo incierto, nos permite rectificar los posibles errores
y adquirir otra experiencia.
Hoy, comprendo y asumo que cada episodio amargo y caótico que me ha tocado experimentar en mi corta vida ha sido
necesario para avanzar hacia el cambio y alcanzar la paz interior.
Puede que al igual que a mí, aún
les quede mucho camino por recorrer para alcanzar esa evolución pero mientras
se presenta el momento indicado, recordemos que somos más que una hoja seca y
que el tiempo nos dará la oportunidad de renacer en ese árbol frondoso que alguna
vez adornamos con nuestra luz y verdor.