Translate

miércoles, 13 de enero de 2016

Patinando sobre hielo


Una de las cosas que más disfruto de ser una emigrante es poder experimentar cosas nuevas. Hace poco tuve la oportunidad de patinar sobre hielo, una disciplina no muy común en un país con clima tropical como Venezuela pero que además me había negado a intentar por temor a resbalar y hacer el ridículo.

Sin embargo, estando en un círculo nuevo de amigos me animé a probar este deporte que por años observé con fascinación en películas u olimpíadas de invierno. Esta vez la pista no estaba tras un cristal sino frente a mis ojos. 

Foto: María Andreina Tovar. 2015. Derechos reservados.
Había gente de todas las edades, incluso niños muy pequeños que se deslizaban como profesionales, así que pensé que no podía ser tan difícil y me arriesgué a hacerlo sola y sin instrucciones pero sujetada del pasamanos para evitar cualquier accidente. 

El temor me invadía cada vez que hallaba grupos de personas en el borde de la pista, pues ello suponía que debía soltarme de la baranda y llegar hasta el otro extremo sin caer. Así que intentaba mantener el equilibrio y avanzar normalmente para no llamar la atención, mientras mis piernas temblaban y mi espalda se ponía tan rígida como una tabla. 

Así seguí un par de vueltas, hasta que inevitablemente resbalé y tropecé con mi rodilla derecha una de las defensas, lo que me produjo un gran moretón, pero a pesar del dolor seguí discretamente hasta terminar la vuelta y salí de la pista. Eso era todo, me decía a mí misma. Ya lo había intentado y no me había llevado más que un buen golpe, así que hasta ahí llegaría la historia del patinaje sobre hielo.

No obstante, unos días después volvimos a salir entre amigos y se presentaba una nueva oportunidad para intentarlo. Una amiga polaca me animó a acompañarla y por cortesía acepté. Le conté sobre lo que me había pasado la primera vez y ella muy gentilmente tomó mi mano y me ayudó a dar un par de vueltas sin sostenerme de la baranda. A cada vuelta podía ir más rápido y la adrenalina empezó a correr por mi cuerpo, dejándome una sensación de seguridad increíble.

Ya no me temblaban las piernas. Mi amiga me había dado algunas instrucciones para deslizarme con más firmerza sobre el hielo. Ella dijo: confianza y balance. Allí entendí de qué se trataba y milagrosamente logré dar un par de vueltas más llevándole el ritmo y sin su ayuda.

Esos minutos a solas sobre la pista, haciéndome responsable del  dominio total de mi cuerpo y mente, me llevaron a experimentar una gran sensación de plenitud y entonces comprendí que esa es la actitud que debemos asumir ante cada reto que se nos presenta en la vida para sentirnos bien con nosotros mismos.

A veces nos dejamos invadir por los temores, las creencias, las críticas, los comentarios y adoptamos una posición rígida que no nos permite avanzar con facilidad hacia nuestras metas, propósitos o sueños.

Esa misma postura nos lleva a fallar constantemente y a rendirnos en el camino hacia la consecución de nuestros objetivos. Renunciamos a recibir ayuda por esa manía que tenemos de sentirnos autosuficientes y así desperdiciamos grandes oportunidades.

Por eso, hoy te invito a dejar de lado el que dirán, la soberbia, el desánimo, la negatividad, el miedo y a tomar tus patines.Hoy te invito a creer un poco más en ti, a vivir y experimentar cosas nuevas, a reafirmarte a ti mismo en cuerpo y mente para obtener resultados positivos en todo lo que te propongas y aprender de cada situación que te presente el destino. 

Como todo comienzo, puede ser duro al principio, pero ya verás que paso a paso, con el apoyo de esas manos amigas que estarán de tu lado y recordándote a tí mismo que sí puedes, encontrarás la confianza y el balance perfectos para mantenerte de pie hasta llegar a la meta. ¿Te atreves a deslizarte en la pista de hielo de tu vida?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario